viernes, 10 de febrero de 2012

Exhausto


Cierras los ojos, piensas, intentas conciliar el sueño... Fracasas. No hay nada peor que tener vidas en tu conciencia pero elegiste esa forma de vivir. Eres consecuente con lo que haces. Frio, calculador. Mides cada gesto, cada palabra... Abres los ojos, observas, no existe nada por lo que merezca la pena luchar. Miras fijamente al infinito y vuelves a cerrar los ojos, para esta vez, no abrirlos jamás.

Era una tarde cualquiera y la obsesión rondaba por mi mente con solo un único propósito. Volvía a necesitarlo, la ansiedad se apoderaba de mi cuerpo. Era tal el placer que me producía que no podía vivir sin él, aunque eso me llevase a tener las más grandes de las discusiones con mi conciencia. Mientras mi mente vagaba a través de los recuerdos apareció posándose ante mí con una amplia sonrisa amoratada que cubría gran parte de su rostro. Traía entre sus manos mi almuerzo, demasiado tarde para almorzar, pensé, aunque intente reprimir mis instintos y por última vez callé. El día pasó sin más imprevistos. Era un día tranquilo, sereno y demasiado relajado a mi gusto. Sentado en el sofá volví a sentir esa ansiedad, volví a palpar las ganas de pegar, entonces, apareció ella con mi cuaderno de trabajo medio roto entre sus manos y acompañada de una mirada horrorizada, asustada por las consecuencias que aquello pudiese acarrear. La obsesión, las ansias, volvieron a inundar mi ser, me estaba volviendo loco, gritaba, amenazaba incluso lagrimas cayeron por mi rostro momentáneamente. Ella cada vez mas atemorizada me miraba, casi rondaba la desesperación.
Agobio, necesidad, sobre todo necesidad.
No me pude contener más, di dos pasos al frente mientras ella, indefensa, intentaba protegerse con sus delicados brazos. La mire fijamente mientras introducía mi mano en la goma del pantalón y sin pensarlo dos veces con la ironía inundando mi rostro y una sonrisa bastante serena, apreté el gatillo. De nuevo el placer me sació mientras que la sangre derramaba su pecho.
Sus ilusiones se quedaron como un libro en blanco, vacío y sin dueño.

Al paso del tiempo te has sentido culpable, miles de veces has vuelto a sentir esa necesidad y otras tantas la has vuelto a saciar. La conciencia siempre te ha fallado. Una vez más, la muerte rondo por tu pensamiento, una vez más acabaste saciando el placer, decidiste poner el punto y final cerrando tus ojos para nunca jamás atreverte a mirar la realidad.











Post mortem nihil, ipsaque mors nihil.



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